LA NOCHE DE LOS HOMBRES BORRACHOS

- abril 12, 2010

Ayer, después de un día lleno de mucho trabajo en la oficina, mis amigos e yo, salimos de copas para tertuliar sobre las cosas buenas de la vida. Charlar de las mujeres, que son las mejores cosas en la vida, y conmemorar el casamiento de nuestro jefe que se llama Juan Hermoso, y cuya persona no tiene nada a ver con su apellido: ¡Juan Hermoso es muy, pero muy feo! Y su novia, Lorena Gafas, es muy mona. ¡Tiene un cuerpo maravilloso, que nos deja a nosotros locos! Juan es un chico de mucha dicha por tener una novia tan guapa, inteligente y sensible. Y nosotros somos unos envidiosos, pues Llorena es la mujer con quien todo hombre gustaria de casarse.

Entonces, estábamos allí en el bar, Juan, mis compañeros oficineros y yo, sin Lorena, que había salido de juerga con sus amigas del banco para otro bar, para hacer lo mismo que nosotros — tomar unas cervezas y charlar. Después comer unas tapas e chistear hasta el sol nascer.

Bien, después de muchas bromas, pochangas y juegos, jamónes, quesos, morchillas, ensaladas de pimientos del piquillo y de aquacate, paellas, cuchillos cuchifritos, postres, y también de muchas cañas, vinos, wiskies y tequilas, fuimos a bailar un poquito con unas chicas que estaban de cachondeo en una mesa cerca de la nuestra. Ellas eran muy amables, y nosotros ya borrachos, no notamos que las chicas eran las compañeras de trabajo de Lorena, que estaba sometiendo a prueba la fidelidad de Juan. Y por supuesto a nosotros también, ya que somos sus mejores amigos. Pero todo terminó muy bien, pues Lorena se quedó muy dichosa, cuando supo que Juan mientras bailaba con sus amigas, habló todo el tiempo sobre su amor por ella. Y nosotros nos quedamos dichosos también, pues las amigas de Lorena eran tan hermosas y delgadas cuanto ella. Y como nosotros — las chicas estaban solas. ¡No por mucho tiempo!

Después de llevar las amigas de Lorena para casa, fuimos todos: Juan, Lorena, Pablo, Alfredo, Alejandro y yo, a otro bar, para más un poquito de parranda. Y nos quedamos allí hasta las doce enpunto de hoy. ¡Todos muy borrachos, es claro!

Como no podríamos conducir, dejamos el coche en la calle y caminamos hasta el piso de Alejandro que vive muy cerca del bar. Mejor dicho, Alejandro estaba tan borracho después de nuestra noche de jarana, que lo dejamos en el sillón y fuimos para nuestros hogares. Yo solamente quería mi habitación, mi lecho, un vaso de leche y nada más. Ahora mismo, Alejandro me llamó al teléfono, para decirme que al despertar, ha notado que estava tan borracho hoy por la mañana, que se acostó sin quitarse la ropa. Y se quedó dormido con los sapatos puestos.